"Días de vino y rosas". 21 de enero de 2010, Teatro Jovellanos, Gijón

Hacía algunos años que no iba al teatro. La última fue "Poe" pero desde ésta estuve unos años sin "pisar la platea" por unos motivos u otros. Siempre que había algo interesante coincidía con algún concierto o algún otro compromiso y además la mayoría de las obras que pasaban por aquí tampoco me atraían demasiado. Lejos quedan aquellos años, veranos mejor dicho, cuando teníamos la oportunidad de ver numerosas representaciones de gran nivel en este mismo teatro Jovellanos y en el desaparecido teatro Arango, convertido desde hace algún tiempo en un centro de Corporación Dermoestética. Por no hablar del ya casi olvidado cine Robledo y transformado en un McDonalds. Pero el séptimo arte no es lo que nos ocupa hoy.

Estaba deseosa de volver a pisar el viejo Jovellanos después de ocho meses de reforma. Su "vuelta al ruedo" fue el pasado sábado con "Doctor Fausto" de la compañía asturiana Higiénico Papel y con la reproducción a modo de introducción de un vídeo de la alcaldesa de la ciudad donde nos contaba las maravillas y oportunidades del plan E del gobierno de este país y de lo agradecidos que teníamos que estar por todo ello. Sin comentarios.

Pero ayer no, ayer nos tocó sólo disfrutar de esta magnífica pieza mundialmente conocida por la grandiosa película de BLAKE EDWARDS con JACK LEMMON y LEE REMICK, titulada "Días de vino y rosas" y en este caso dirigida por Tamzin Towsend y adaptada por David Serrano. Y es que por si era poco el tipo de obra que se trataba, sus dos protagonistas no eran otros que el genial CARMELO GÓMEZ y la joven y gran actriz SILVIA ABASCAL.

El argumento es de sobras conocido por la mayoría de nosotros. Una pareja enamorada que entra en el terrible mundo del alcoholismo que destruye sus vidas para siempre y todo a su alrededor.
Aquí la acción se traslada a Nueva York donde dos jóvenes, que acaban de conocerse en un aeropuerto rumbo a la gran ciudad, se casan, tienen un hijo, un trabajo satisfactorio y una vida aparentemente feliz. Y aquí comienza la cuesta abajo. Una de las drogas más fuertes que existen pero socialmente bien reconocida por todos hace estragos en la vida de este par de débiles seres, que nublados por la alegría momentánea de los whiskys, ginebras y demás efluvios etílicos, se ven arrastrados a un pozo sin fondo y de muy difícil salida.

Destacar la soberbia interpretación de los dos únicos personajes de la obra anteriormente citados dando la cara literalmente durante casi dos horas y haciéndonos a todos sonreir cuando la ocasión lo merecía y destrozándonos a medida que iban avanzando los minutos. Y es que hay que ser unos sobrados para aguantar el tipo durante tanto tiempo, sin más compañía que ellos mismos, el alcohol y sus miserias derivadas de éste.
Sí a todo esto le añadimos encima la música que sonó durante la representación (Frank Sinatra, Louis Armstrong y ¡Joey Ramone!) la cosa no puede resulta mejor.

En definitiva, una inmejorable apuesta para las tardes-noches de este Gijón del alma, que por lo visto en la programación de los dos tres próximos meses, va a llenar el teatro, el contiguo y mítico café Dindurra y aledaños. The show must go on!