A pesar de que casi nos quedamos sin concierto por culpa de la cantidad de transporte público entre las ciudades asturianas, conseguimos llegar a tiempo. Es más, yo diría que estaban esperando a que llegáramos nosotros porque al cuarto de hora empezó el show. Antes habían tocado un par de grupos, uno de ellos mítico aquí en Asturies, Nuberu, y estuvimos calculando para llegar justo a Elliot. Y claro, como llegamos tan justitos tan justitos, no tuvimos primera fila, y ya sabéis que a mí eso no me hace demasiada gracia, pero bueno, no se podía exigir más. Con esto y con que el escenario, un antiguo kiosco de plaza con unas escaleritas y además algo de foso, estaba un pelín lejos, las fotos no fueron muy maravillosas. Las nuestras digo, porque sé yo de uno que se hinchó con el objetivo. En fin, que empezó el último concierto del día con bastantes caras conocidas de nuestra política autonómica en una noche muy agradable. Como ya dijo Rockland ayer en su blog, Murphy vino acompañado de una banda de Normandía que lleva con él algún tiempo y que encaja perfectamente con su estilo de música. Música hecha desde el corazón, sin pretensiones, sin prisas y con claras influencias de los Dylan y cía, y con una voz, que en ocasiones, me recuerda muy mucho al Bowie más temprano. También hubo tiempo para temas más reposados en acústico. Un concierto que gustó a todos los que allí nos encontrábamos y que nos dejó una sonrisa en la boca, animándose a medida que iba transcurriendo la noche. Esta vez el set-list tampoco fue mío. Es más, ni siquiera sé si lo había, pero estuvo repasando su larga carrera en un concierto que duró una hora y tres cuartos, algo corto para sus fans más acérrimos.
Ahora, sólo cabe esperar que este festival, "La mar del ruido" se afiance todavía más, coja fuerza y nos deleite el próximo año con alguna grata sorpresa como esta misma o como la del año pasado con Dr. Feelgood. Ver veremos.
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