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Ya está, ya ha sucedido al fin. La deuda con el pasado se ha saldado. Y con creces diría yo. Esta es la crónica de como desplazarse a otra ciudad para ver a un genio y encontrarte dos por el precio de uno.
Comenzaremos por el principio, como toda buena historia que se precie, no sé si bien contada, pero sí buena historia. Al menos para mí y mis acompañantes.
Como dije, llegamos a esta preciosa ciudad, después de un largo viaje por carretera. Tras avituallarnos adecuadamente, nos dirigimos a por las benditas entradas. Bien, todo en regla. Aprovechando que el María Cristina estaba en frente de la Kursaal, fuimos sobre las 7 por si había suerte y pillábamos al VIEJO entrando y saliendo. Nada más lejos de lo que imaginábamos. Ni rastro del californiano. En la entrada del majestuoso hotel, vimos a unas chicas esperando y claro, les preguntamos, como no podía ser de otra manera, si estaban esperando a Mr. WAITS. Cuál fue nuestra cara de sorpresa cuando nos dijeron que al que estaban esperando era al mismísimo ¡¡¡BRUCE SPRINGSTEEN!!! A una de ellas le habían dado un soplo (al corazón diría yo) de que llegaría sobre las 7 y media a la "posada". Pues bien, llegó a las 7:15 para ser más exactos, (buen chivatazo sí señor) en la clásica furgoneta de cristales tintados, en la parte delantera saludando, como es costumbre en él. Nos habían avisado de que si queríamos que se parase y nos firmase, mantuviéramos la clama, como así fue, totalmente al contrario de lo que había sucedido en otras ocasiones. Salió de la dicha furgoneta bordeándola por detrás, mientas que, por lo visto, Clarence Clemons lo hizo en sentido contrario, con lo cual ni nos enteramos.
¡20! años esperando este momento haciendo horas y horas en hoteles, estadios, etc., y ahora, cuando ya lo había dado por perdido y sin proponérmelo, aparece él. Hace ya unos años de me prometí no volver a esperarle en ningún sitio. Me dije, ahora, si quiere, que venga él a mí. Y el destino quiso que así fuera. La sensación que me causó fue la de un hombre débil e inseguro, harto y cansado de lo que significa ser BRUCE SPRINGSTEEN, sobre todo hoy en día.
La verdad es que el día enterior, en casa, mirando las fechas de uno y otro, me dije que tenía que coger al menos uno de sus libretos por si sonaba la flauta. Pero me olvidé y al final me tuvo que firmar en el sobre de las entradas de TOM WAITS. También pudimos hacernos las ansiadas fotos y preguntarle si iba a ir a la Kursaal ver a TOM, a lo que éste me puso una cara muy rara, como de sorpresa. Algunos teníamos la esperanza de verles a los dos en escena, pero estaba claro, que el de Pomona, no iba a permitir a un "intruso" en su show particular.
Una vez visto al BOSS, ya todos nuestros esfuerzos se centraban en el señor WAITS. Pero éste, al ver el circo que se había montado con el de Jersey, optó por salir por la puerta trasera. Al los que sí pudimos ver fue a sus hijos pero nos dimos cuenta tarde y otra vez a BRUCE que esta vez no se paró.
Con muchos nervios nos dirigimos raudos y veloces al recinto. Después de mirar y no comprar las camisetas con manchas, por cierto, diseñadas por el propio WAITS, pero sin rastro de su nombre por ningún sitio, nos acomodamos en nuestros asientos. La visibilidad era perfecta, fila 10 en el pasillo de un lateral. Con casi media hora de retraso e inquietos por no poder llegar al autobús de vuelta, comenzo el show. Puesta en escena inspirada claramente en un cabaret de principios de siglo, luz tenue; el tío TOM parecía un viejo trobador listo y dispuesto a contarnos sus propias historias sin más preámbulos.
Comenzó con un medley de la irreconocible "Lucinda" con "Ain't going down to the well". Siguió repasando su amplia discografía dando su toque personal e inconfundible a cada tema. Su repertorio se basó fundamentalmente en su etapa menos clásica, o sea, del maravilloso "Swordfishtrombones" hacia adelante exceptuando su precioso "On the nikel" del "Heartattack and vine" al piano seguida de la no menos especiales "Johnsburg, Illinois" y "Tango til' they're sore" también al piano. Fueron la única concesión al pasado, de cuando Mr. WAITS andaba de tugurio en tugurio con la única compañía del viejo instrumento.
En todo momento estuvo muy comunicativo con el público haciéndonos partícipes del espectáculo en muchos momentos del concierto, mandándonos dar las palmas e incluso cantar con él en algún tema. Fueron, para mi gusto, los momentos álgidos de la noche. Otro momento a destacar también fue el guiño al CHARLES CHAPLIN de "El gran dictador", pero pasado por su filtro, en "Eyeball Kid" ,y en "Make it Rain" la lluvia de confeti dorado sobre su cabeza como si fuera un mago.
Mención especial también para la banda de acompañamiento, con dos de sus hijos metidos de lleno en su mundo, que a ratos nos recordaban a esas orquestas de gitanos rumanos ofreciendo su música de pueblo en pueblo a su variopinta gente. Por no hablar también del impecable sonido y la prodigiosa voz de WAITS.
En resumen, dos intensísimas horas que uno pocos hemos tenido el privilegio de presenciar en su estreno en este país, que recordaremos como algo muy especial en nuestras vidas.
P.D. : al final, hubo que correr, pero llegamos a tiempo a nuestro ansiado autobús de regreso. Gracias TOM. Ah, y gracias Juan, sin tí esto no hubiera sido posible.
Lucinda-Ain't goin' down to the well no more/Way Down in the Hole/Falling Down/Chocolate Jesus/ll the World is Green/Hold On/Cemetary Polka/Dirt in the Ground/Black Market Baby /Lie To Me/Misery is the River of the World/On the Nickel/Johnsburg Ill./Tango Til' They're Sore/Innocent When You Dream/Hoist that Rag/Make it Rain/Cold Cold Ground/November/Jesus Gonna be Here/Singapore/Trampled Rose/Eyeball Kid/Anywhere I Lay My Head
(Vaya, el orden de las fotos no es el correcto. Látima que no sepa cambiarlo).