Hay gente muy rara que ve señales donde son simples casualidades y destinos marcados cuando son sólo números al azar. Era el año 1984 cuando esta canción despuntaba en las radios de medio mundo. Servidora tenía 14 añitos y acababa de terminar la extraña mutación de niño (sí niño, no me he confundido) a mujer o mujercita, mejor dicho, mismo número de esta sección semanal. Justo cuando te das cuenta de que los chicos que vas conociendo no están ahí sólo para ir de excursión, pegar patadas a un balón, batear una pelota de tenis o a cualquier otra gansada de la época, es que las cosas han cambiado. Cuando te percatas de que ya no es hora de jugar a Ojo de buey, cuchillo o tijera e introducir inocentemente la cabeza entre las piernas de arriba del compañero de turno. Cuando en vez de todo eso lo que te apetece es ir a tomar tus primeros zumos, Coca-Colas o mostos, con chicos mayores que tú porque crees que los de tu edad son unos mocosos y te encuentras de fondo con temas como I Want To Know What Love Is ya no hay vuelta atrás.
Sí, este abrasador tema es de filetón total, de, como diría Pupilo, recrearse sin prisas, mirándose a los ojos y sintiendo, sólo sintiendo. No creo que haya nadie por ahí fuera y de cierta edad que no haya tenido algún momento especial con esta perfecta banda sonora. Se trata más de un góspel que te otra cosa, viendo el vídeo clip, pero no se me ocurre nada más alejado de nuestra otra y verdadera realidad.
Hoy es el tercer día de asco, dolor y pena en cuanto a tiempo se refiere y nos hemos dedicado la mañana a escuchar la canción que, poniendo un poco de arte y dedicación, da mucho de sí. Os aseguro que esos 4 minutos y medio pueden convertirse en horas de goce y placer. Y además muchos ya estáis de vacaciones...